lunes, 3 de agosto de 2009

amor a última vista.

Uno de mis libros preferidos es “Ancho mar de los Sargazos” de Jean Rhys. Ese es uno de los libros que yo saco a pasear junto a mis vestidos de verano. Me gusta llevarlo conmigo cuando sé que voy a tener que hacer tiempo. Cuando voy a tener que hacer un trámite, o esperar al médico ,como me paso el VIERNES.

Supongo que es uno de mis libros preferidos porque llegó a mis manos en el mismo momento en que realmente tenia qe llegar. De ahí en más caí en una suerte de un conjuro que cada tanto me gusta repetir.

El libro es acerca de una chica, Antoinette, que crece en Jamaica. Al ser descendiente de europeos jamás se adapta del todo entre la gente de las Antillas pero tampoco los otros la consideran europea. La historia retrata maravillosamente lo que significa vivir entre dos mundos, entre dos civilizaciones. Para colmo, este hecho está agravado por lo que significa ser una mujer que además vive entre el sueño y la realidad. La pobre Antoinette se enamora de un inglés, Rochester, que le rompe el corazón.

Para aprovechar la demora habitual que hay en la sala d espera de mi doctora, me senté a leer. Estaba muy entretenida odiando a Rochester, cuando levanto la vista y lo veo. Me mira. ¿Me mira? ¿Me está mirando? Cierro el libro. Miro a mí alrededor para cerciorarme de que es a mí a quien está mirando. Repaso el monitor d turnos con la mirada en una suerte de movimiento involuntario para volver a fijar la vista en él y no quedar demasiado evidente. Ahora él está mirando hacia otro lado, así que yo mantengo la vista en su cara unos segundos. Parece un poco triste. Se da vuelta. Nos miramos, y su mirada es intensa. Casi me duele. Bajo la vista. Vuelvo al libro. “Cómo pueden ser irreales los ríos, las montañas y el mar?”- le pregunta ella al inglés. Él le contesta “¿Cómo pueden ser irreales millones de personas, con sus casa y sus calles?” Para Antoinette, que creció en una isla, las grandes cuidades le parecen irreales, casi como un sueño. A mí todo en este lugar me parece irreal, deshumano. Me hace sentir vulnerable. Lo miro. Me mira. Por un momento me da la impresión de que quiere hablarme, decirme algo, ensayar un acercamiento, pero no. No lo hace. Lee el monitor de turnos. Se levanta. Vuelve a mirarme. Le sonrió. Me sonríe mientras se aleja. Ahí se va otro amor a última vista.

Vuelvo al libro. “Esto es irreal y como un sueño”- dice Rochester.


“Esto es irreal y como un sueño”...

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